La salida de Alfonso Prat Gay del gobierno asombró a
algunos, más allá de la dicotomía renuncia-despido hay que reconocer que el ex
(?) JP Morgan era un intérprete cabal de la doctrina del neoliberalismo y todavía
más de la premisa de gobernar para las clases que concentran el poder económico
del país. Lo que viene, sin dudas, dista de ser una posibilidad de modificar el rumbo de la política economía o
si quiera reparar remotamente en las clases populares. El ministerio será
repartido en dos y queda más que Clarín
que vendrán a remarcar la línea trazada por los evasores fiscales.
Lo que quedó flotando en el aire es un supuesto exabrupto de
Alfonsito que habría tildado a sus compañeros, del mejor equipo de los últimos
50 años, de “pelotudos”. No sabría si darle respaldo a las "declaraciones"
del ahora ex ministro pues hay que tener muchos cojones para ultrajar la dignidad del pueblo como lo están
haciendo, o mucha inoperancia. Hay que prestar mucha atención a la que puede
ser una jugada pre electoral, en tiempos pretéritos el pragmatismo político
rezaba en su credo que los ministros eran fusibles y el caso de Prat Gay, lejos
de estar quemado, fue un buen amague para distender la frustración que debe
haber sido tema de charla en las mesas de las festividades findeañales.
La improbable situación de que Macri incurra en una medida
con sensibilidad social puso a la palestra a los constructores de
"verdades" en la CABA con la asistencia del Partido Judicial e
iniciaron la reanimación de Nisman, nombre convertido en speech con el que
lesionaron la campaña del FPV. Lo cierto es que la estrategia de restarle al
contrario tiene un techo y defender el ajuste, fuera de las cabezas
fundamentalistas, esa una empresa en la cual muchos medios porteños se
timbearon el escaso prestigio que les quedaba pero siempre hasta ahí pues para
recuperarse y constituirse nuevamente en la corporación pensante para los que
se someten a ser seres pensados necesitan que la entropía de llegar al absurdo
se mantenga, aún que sea en niveles mínimo.
Un error recurrente es la complicidad en la campaña de
instalación negativa, con la salida de Prat Gay hay quienes se han dado a la
tarea de reconocerles virtudes ahora que se fue del gobierno; como si estando
fuera del equipo hubiese cobrado valía sus declaraciones olvidando que este
personaje del 2001 al 2016 no se ha movido un ápice de su noción pro corporaciones
y anti popular; y aquí nace nuevamente el jueguito de la falsa oposición. Así
como con Bossio a la cabeza un grupo de "políticos" luego de acceder
a los cargos electivos vieron solamente desde su interés, o el espacio dirigido
por Sergio Massa arreglaron para respaldar muchas de las propuestas del
gobierno de cambiemos lesivas a la soberanía nacional; de igual modo hoy
necesitan candidatos que aparenten la evolución
de la alegría.
Carrio no levanta, con Massa no alcanza y la posibilidad de
que el "fenecido" kichnerismo bonaerense se amalgame hasta conformar
la totalidad del peronismo es una preocupación para el gobierno nacional.
A pesar de que la destitución de Dilma represento para los
latinoamericanistas un dolor emocional también en ese proceso se constituyó un
mecanismo de revocación de mandato democrático reconocido y respaldado por las
potencias del mundo. Imaginen ¿si la confusión de los sucedido con Petrobras le
costó el cargo a una presidenta popular como Dilma cuanto puede sucederle a un
presidente que su mayor sostén son las corporaciones mediáticas? (sin
subestimar el poder de la alienación). Es por esta razón que el titulado
alejamiento de Prat Gay del gobierno puede ser más, en vez de una despedida un
proceso diaspórico mediante el cual intentarán captar a quienes el sentido
común les indica que no se puede defender a un gobierno que ataca a las clases
vulnerables pero desean creer todavía en el speech del cambio.
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