"¿Qué pasa? ¿que no entienden que nos están cagando a
todos?"... lo churo es que esa frase puede pertenecerle a cualquier vereda
de la pavimentada grieta que constituyeron los militantes del dinero. De
repente intentar consensuar se volvió épico porque ya no importa cuales son las
ideas que argumentes siempre existirá quien esgrima como contra argumento una
falacia referenciando a un personaje; pues son los medios porteños quienes
construyen mediáticos ya que son los que tienen la guita para realizar las inversiones
que le permitan tener repetidoras en todo el país y ojo que no hablo de los
periodistas o de quienes intentan ejercer el periodismo, que pone el foco en
las causas y las consecuencias sino en ese engendro que por deriva semántica es
hoy considerado periodismo, esa profesión que mezcla ser personaje, conductor,
panelista, mediático, famoso, opinólogo, víctima, victimario y por sobre todo
dueño de la verdad; porque si lo dice la televisión debe ser verdad.
Recuerdo
lo compleja que fue la lucha de hacer entender que lo publicado en papel de
diario no era una infalible verdad sino que podía pertenecer a una operación
político-mediática; fue una lucha. Muchos tomamos nuestras armas dialécticas y arrostramos
batalla tras batalla en lo cotidiano ejercitamos la paciencia para escuchar e
intentar razonar con nuestros colonizados conciudadanos. Durante un tiempo los
aciertos de la gestión anterior nos permitió ejemplificar con realidades
palpables (asignaciones, subsidios, precios cuidados, paritarias, moratoria previsional
o sea jubilaciones para quienes laburaron en negro toda su vida, etc.) que las
líneas ideológicas del gobierno correspondían hacia toda la población en
bienestar social pero seguíamos peleando contra una bestia que baja línea y la
dirigencia empezó a no tener la competencia de "responder sin atacar"
(¿?). Suena a boludez lo que aquí refiero, ¿cómo peleas sin atacar?... En este
momento hay un gobierno de personas que cínicamente toman medidas anti
populares pero con cara de póker, se aferran a su verdad sin prestar oído a las
críticas populares y continúan teniendo la aprobación de una importante porción
de la población que fue cooptada por el dogma del odio, que todos los días les
insuflaron mediante, el que a priori, aparenta ser el electrodoméstico más
inofensivo de la casa, la TV. La lucha
es descarnada por que constituyeron mediáticamente a nuestra identidad
ideológica en estigma y parte de la sociedad cuestiona a la TV como adolecentes
que cuestionan a sus padres desde la absurda rebeldía, sin profundidad, sin
cotejar con otro ser humano más que por las redes sociales donde más de uno se
transforma en un monstro sociópata que oscila del troll al ser con la inmediatez
que facilita la virtualidad para terminar revistiendo de una veracidad alucinada
a memes y gifs eludiendo la deóntica comunicación para construir un consenso
popular que nos guie a un país tolerante, inclusivo, respetuoso y soberano.