No quisiera ahondar en los sentimientos que me moviliza ver repetirse la historia, ante esta redundancia claramente la sorpresa no forma parte del combo de emotividades que debemos intentar escindir.
La modernización del peronismo es una premisa, falaz, que los gorilas y traidores promueven desde el golpe del '55. Personajes que intentaron parasitar el movimiento nacional justicialista siguen existiendo, ya que el término "peronismo" ha convocado, y convoca, a muchos argentinos esto constituye una tentación para las ambiciones de conseguir un salario extraordinario del estado (Calcaterra y Caputo son ejemplos de otra clase de parásitos).
En jerga militante hablamos de vandorismo, aludiendo al dirigente gremial que proponía un peronsimo sin Perón. Hoy la propuesta es converger excluyendo a la referente popular Cristina Kirchner, es el intento de una facción de la "clase dirigente ""peronista""" de no soltar el caudal electoral del movimiento nacional justicialista "ayudando al gobierno de cambiemos a que le vaya bien" en las próximas elecciones.
Sergio Massa fue escolta y legitimador del primer tramo del gobierno de Macri, algo que fue minándole la imagen por lo que terminó llamándose a cuarteles de invierno con la esperanza de que el olvido restituyese un poco su disfraz de opositor.
El caso Urtubey es similar más los matices y el relato hegemónico lo pintó como "el peronista en cambiemos", una aviesa construcción para cazar desprevenidos y "apolíticos". Urtubey fue desde el año 2008 el menos kichnerista de los kichneristas, desde diciembre del 2015 de los gobernadores más cercanos al presidente y desde siempre un oligarca en el peronismo.
Lo cierto es que muchos de estos dirigentes les resultan ajenos a los intereses del pueblo, son hijos de las gestiones neoliberales por lo cual se sienten cómodos con este gobierno pero se aferran a denominarse peronistas; no quieren soltar lo que ellos constituyeron como franquicia tras vaciar de doctrina, de ideas y de afiliados al Partido Justicialista.
El sofisma de la modernización invita al pragmatismo electoral. Cierto es que el peronismo siempre fue frentista pero la pregunta que debemos hacernos es ¿perseguimos el triunfo o queremos gobernar?. La revolución de la alegría demoró 5 días en iniciar su plan de gobierno contra el pueblo devaluando la moneda nacional y solo unos meses después vimos a los que en campaña eran defensores del proyecto nacional y popular votar derogando las leyes de pago soberano arrojando la soberanía económica a la voracidad de los fondos buitres.
La modernización del peronismo es una premisa, falaz, que los gorilas y traidores promueven desde el golpe del '55. Personajes que intentaron parasitar el movimiento nacional justicialista siguen existiendo, ya que el término "peronismo" ha convocado, y convoca, a muchos argentinos esto constituye una tentación para las ambiciones de conseguir un salario extraordinario del estado (Calcaterra y Caputo son ejemplos de otra clase de parásitos).
En jerga militante hablamos de vandorismo, aludiendo al dirigente gremial que proponía un peronsimo sin Perón. Hoy la propuesta es converger excluyendo a la referente popular Cristina Kirchner, es el intento de una facción de la "clase dirigente ""peronista""" de no soltar el caudal electoral del movimiento nacional justicialista "ayudando al gobierno de cambiemos a que le vaya bien" en las próximas elecciones.
Sergio Massa fue escolta y legitimador del primer tramo del gobierno de Macri, algo que fue minándole la imagen por lo que terminó llamándose a cuarteles de invierno con la esperanza de que el olvido restituyese un poco su disfraz de opositor.
El caso Urtubey es similar más los matices y el relato hegemónico lo pintó como "el peronista en cambiemos", una aviesa construcción para cazar desprevenidos y "apolíticos". Urtubey fue desde el año 2008 el menos kichnerista de los kichneristas, desde diciembre del 2015 de los gobernadores más cercanos al presidente y desde siempre un oligarca en el peronismo.
Lo cierto es que muchos de estos dirigentes les resultan ajenos a los intereses del pueblo, son hijos de las gestiones neoliberales por lo cual se sienten cómodos con este gobierno pero se aferran a denominarse peronistas; no quieren soltar lo que ellos constituyeron como franquicia tras vaciar de doctrina, de ideas y de afiliados al Partido Justicialista.
El sofisma de la modernización invita al pragmatismo electoral. Cierto es que el peronismo siempre fue frentista pero la pregunta que debemos hacernos es ¿perseguimos el triunfo o queremos gobernar?. La revolución de la alegría demoró 5 días en iniciar su plan de gobierno contra el pueblo devaluando la moneda nacional y solo unos meses después vimos a los que en campaña eran defensores del proyecto nacional y popular votar derogando las leyes de pago soberano arrojando la soberanía económica a la voracidad de los fondos buitres.